miércoles, 22 de julio de 2009

la realidad deja de existir


Para entonces, claro está, la niña ya no echa de menos a la muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen esas tres semanas, las cartas la han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad deja de existir.


martes, 21 de julio de 2009

Diferencias


A primera vista, apenas teníamos algo en común. Nuestros orígenes eran completamente distintos (católica urbana, judío de las afueras), y nuestros intereses divergían en casi todos los aspectos. Joyce no tenía paciencia para los libros y no leía nada en abso¿luto, mientras que yo rehuía toda clase de esfuerzo físico y aspiraba a la inmovilidad como el no va más de la buena vida. Para Joyce, más que una obligación, el ejercicio era un placer, y los fines de semana su actividad preferida consistía en levantarse a las seis de la mañana el domingo para ir a montar en bici por Prospect Park. Ella todavía trabajaba, mientras que yo estaba jubilado. Joyce era optimista, y yo un cínico. Ella había sido feliz en su matrimonio, mientras que yo..., pero dejemos eso. Prestaba escasa o ninguna atención a las noticias, y yo leía detenidamente el periódico todos los días. De niños, ella había animado a los Dodgers, mientras que yo jaleaba a los Giants. A ella le gustaban el pescado y la pasta, mientras que yo era partidario de la carne y las patatas. Y, sin embargo -¿qué puede haber más misterioso en la vida humana que ese sin embargo?-, nos entendíamos de maravilla. La mañana en que nos presentaron (iba por la Séptima Avenida, con Nancy) sentí una atracción inmediata hacia ella, pero no fue hasta nuestra primera conversación larga en el funeral de Harry cuando comprendí que podía saltar una chispa entre nosotros. En un acceso de timidez, fui aplazando el momento de llamarla, pero entonces, a la semana siguiente, ella me llamó un día para invitarme a cenar a su casa, y ahí fue cuando ligamos.

miércoles, 15 de julio de 2009

Viaje de regreso

El cuchillo cayó al suelo. El espectro había avanzado, sin alterar el aire a su alrededor, y la había agarrado por la muñeca. Eva, sobresaltada, levantó la vista. Las campanas de la iglesia comenzaron a tocar, escuchó el aleteo de unas palomas que escapaban, y, como un rumor lejano, los propios latidos de su corazón, que golpeaba enloquecido en las sienes.


-Ven -dijo Adrián, con la misma voz con la que entretenía en aquellas noches en las que Paula llegaba tarde-. Ven -insistió, tirándole de la muñeca-. ¿O tienes miedo de los muertos?


Eva se dejó llevar. y entonces, mientras abandonaba la casa guiada por la nada, por una voz y una presencia que sólo ella podía ver, comprendió al fin que no era la venganza, ni el amor no correspondido, ni siquiera el ansia de cariño lo que habían traido de vuelta a Adrián. Tampoco, como creía Paula, vino porque supiera que ella le había amado siempre, desde el primer día del verano en que cortejó a su hermana.


Había acudido a ella porque su viaje se había interrumpido, porque aún entre los huesos en los que se habría convertido habitaba suficiente fuerza como para cumplir una promesa; pero que el orden se había invertido, que no era ya Paula la primera que iniciaría el viaje, sino ella, Eva, la que caminaría junto a Adrián a lo largo de los senderos, apostada entre los árboles, cruzándose con loscampesinos que no los verían. Eva debía ir la primera. Porque luego, entre los dos, prepararían la llegada de Paula como se merecia. Sí, más adelante, enviarían a buscar a Paula.