miércoles, 28 de septiembre de 2011

MENTES CERRADAS. TRIUNFO Y DERROTA

Hacía ya mucho tiempo que no me dignaba a dejar por aquí unas palabras, pero hoy me ha venido una interesante reflexión a la mente. Estoy seguro de no ser el primero ni el último en pensar esto, pero aun así, no soy capaz de resistirme a la tentación de compartirlo.

No han sido pocas las veces que he tenido que escuchar a individuos que, demostrando no tener mucho talento y, bajo mi punto de vista, nada de gusto musical, no sólo han mostrado indiferencia sino que han tenido a bien vanagloriarse de su escaso, o tal vez nulo, interés por la música clásica. Se han referido a la misma como aburrida, triste, vacía, sin sentido, lenta, sosa, de pijos, de tontos… y así hasta mil calificativos descalificativos más, incluidos otros mucho más ordinarios y chabacanos.

Sin embargo, es excitante ver como algunos de estos individuos vibran cuando en el film El discurso del rey, ganador de no se cuantos Oscars suena el segundo movimiento, Allegretto, de la Séptima sinfonía en La mayor del genio Beethoven. Mejor aún, ver como se les eriza el pelo cuando su equipo favorito juega un partido de Champions League y antes de comenzar, en el descanso y cuando termina, suena el himno Zadok de Priest de G. F. Haendel.

Como estos dos hay muchos más casos, que sin quererlo ni beberlo, suponen para mí todo un triunfo y por el contrario también una derrota. El triunfo de saber que El discurso del rey no hubiese gozado de tanto éxito si no fuera por el acertadísimo acompañamiento musical y que aunque no sean conscientes de ello, los detractores de la música culta no tienen más que rendirse a la evidencia. Por otro lado el saber que es más que improbable que mis nietos escuchen a Bisbal, Baute, Ubago y “artistazos” musicales similares, pero sí que disfrutarán de los maestros y se alimentarán intelectualmente de su legado. ¿Mi derrota? Que no haya forma humana posible de hacer que a estos garrulos –con perdón– no les lleguen aquellas delicias musicales de las que para nada son merecedores.